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Alibaba y el ‘loco’ Jack Ma, la personificación del nuevo ‘sueño chino’

¿El visionario que supo ver el potencial de internet y quiere convencer al mundo de que “la gente normal puede hacer cosas extraordinarias” o el empresario criticado por permitir el comercio de falsificaciones en sus webs? ¿El líder carismático al que idolatran sus 21.000 empleados -‘alipeople‘, los llama él- o al que nadie osa criticar en público? ¿El colaborador con un régimen autoritario o el que aprovecha el potencial de la red para conseguir la apertura de su país? ¿El hombre humilde que asegura que debe todo a “la fortuna de la era en que vivimos” o el ególatra que, antes de ser nadie (o casi), quiso que se filmara su primer speech ante quienes luego serían socios fundadores de su imperio?

¿Quién es Jack Ma, nacido hace 49 años como Ma Yun, conocido dentro de la empresa con el alias del guerrero Feng Qingyang y fuera como Crazy Jack (Jack el loco)? ¿El que da las gracias entregado a sus empleados o el que no tiene apuros en llenar con 40.000 de ellos un estadio para despedirse como CEO y entonar canciones de El Rey León? ¿Quién es el hombre que creó la mayor empresa de e-commerce china, que hace sombra a los gigantes estadounidenses y ha emprendido esta semana su asalto a la bolsa neoyorquina, que, según algunos expertos, puede batir la salida de Facebook (16.000 millones)?

Como la de Gates, Zuckerberg, Jobs o Bezos, la trayectoria que se conoce de Jack Ma, el fundador del gigante Alibaba, tiene aroma de leyenda y algunos puntos oscuros. Nacido el 15 de octubre de 1964 en Hangzhou (China), hijo de dos actores de ‘ping tan’, un espectáculo teatral chino prohibido durante la Revolución Cultural de 1966, el propio Ma cuenta que, desde los 12 años, y durante ocho, se desplazaba cada mañana con su bicicleta hasta un hotel donde actuaba de guía para los turistas. Lo hacía gratis, pero, a cambio, aprendía inglés. Suspendió dos veces su ingreso en la universidad, hasta que fue aceptado “en la que se consideraba la peor universidad” de su ciudad, donde se licenció como maestro. Su primer sueldo fue de unos 12 dólares al mes, y buscó innumerables trabajos, hasta en un Kentucky Fried Chicken… donde fue rechazado.

Siempre según su relato, no conoció internet hasta 1995 (“no había tocado un teclado hasta entonces”, dice), cuando, en un viaje como traductor a Seattle, un amigo se la enseñó. Eureka. Buscó la palabra ‘cerveza’ en Yahoo, se dio cuenta de que ninguna referencia pasaba por China… y decidió lanzar una especie de Páginas Amarillas online, China Pages, una de las primeras firmas del país en la web.

Cuatro años más tarde, como puede verse en el documental Crocodile in the Yangtze, se reunió en el salón de su casa con 18 conocidos, les lanzó un discurso de dos horas (“nuestros competidores no están en China; están en Silicon Valley. Nuestros cerebros son tan buenos como los suyos”), lo grabó en vídeo y dio por fundada, con 60.000 dólares, la compañía de ecommerce Alibaba, que permitía, como intermediaria, que las firmas chinas llegaran al mercado internacional, con la voluntad de que fuera global -de ahí el nombre- y durara 102 años. Hoy, tres lustros más tarde, es un gigante con un negocio base que podría definirse como la suma de eBay (a través del sitio Taobao), Amazon (Tmall) y Paypal (Alipay), entre otros. En 2013, registró ingresos de 5.600 millones de dólares, sus ventas superan las de eBay y Amazon juntos, supone el 2% del PIB chino y su valor se estima en 168.000 millones.

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“Yo llamo a Alibaba la de los 1.001 errores”, reconoce. Uno, por ejemplo, el de expandirse demasiado rápido, demasiado pronto. Otro, según señalaron las autoridades estadounidenses en 2012, la de permitir el flujo de falsificaciones. Otro, quizá, su pobre salida a Bolsa en Honk Kong, en 2007, tal vez también demasiado pronto… En 2013, el año en que fue elegido como Person of the Year por el Financial Times y dejó el cargo de CEO de la compañía por no ser ya lo bastante “joven para el negocio de internet” (aunque, como presidente, sigue siendo la voz, la imagen y el director de estrategia de la firma), el propio FT publicaba un artículo en el que se colaba una tímida crítica de uno de sus exempleados, por supuesto anónima -“cualquiera que quiera hacer algo en el sector tecnológico chino tiene que ser cuidadoso en lo que dice sobre Jack Ma”- y el reportaje señalaba también su relativo ‘colaboracionismo’ con las autoridades comunistas chinas. Pragmatismo, quizá: según su tesis, Alibaba debe “estar enamorada del Gobierno pero nunca casarse con él”.

Está por ver el resultado de su salida a la Bolsa neoyorquina, que él compara con “una gasolinera en el camino hacia el futuro”. Jack Ma puede ser egocéntrico o humilde, idealista (“cuando tu fortuna supera cierto nivel, ya no se trata de tu dinero. Es el dinero de la sociedad. El dinero que la sociedad te ha dado, y debes asumir la responsabilidad de distribuirlo de una forma correcta”) o excéntrico (su apodo en Alibaba, nacido como el de sus empleados de las novelas de kung fu, es Feng Qingyang, un personaje agresivo e impredecible). Quizá carismático (ha bendecido, en una ceremonia inscrita en un evento de la compañía, a cientos de sus empleados recién casados) o tal vez raro, a secas (ha dicho que su personalidad es muy parecida “a la de ET”).

De lo que no cabe duda es de que con sus mantras (“los clientes, primero; segundo, los empleados; tercero, los accionistas”) ha conseguido convertirse en un icono mundial, quizá no tan conocido como Gates o Jobs, pero sí multimillonario (su fortuna es de 12,5 miles de millones de dólares, según Bloomberg) y, en mayor medida que ellos, objeto de una especie de culto del siglo XXI. Si hemos de conceder crédito a las profecías de ‘Jack el loco’, a Alibaba le quedan, al menos, 87 años de vida.

Publicado en El Confidencial el 11 de mayo de 2014.

Posted in El Confidencial, Empresa.

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