Ninguna, por supuesto, la tiene, pero es que, además, en el caso de la de género, ni el estatus ni el nivel cultural, educativo o social protegen de ella, a pesar de lo que dicta el cliché. Asà lo apuntan los datos, lo confirman los expertos y, sobre todo, lo atestiguan las muchas vÃctimas que han logrado empezar otra vida.
“La única diferencia entre tú y yo es que a mà me pegan con un palo de golf”. La frase se escuchó hace tiempo en un taller sobre violencia de género. Se la decÃa una mujer de importante patrimonio a otra sin ninguno, y refleja bien una realidad que corroboran los profesionales implicados en este ámbito: el perfil de la maltratada es mujer, de sexo femenino, igual que el del agresor es hombre, varón, de sexo masculino, en palabras de Miguel Lorente, profesor de Medicina Legal de la Universidad de Granada y ex delegado del Gobierno Contra la Violencia de Género. Ni el estatus, ni la carrera profesional, ni el currÃculo académico, ni el reconocimiento social ni los ceros de la cuenta corriente; no hay escudo que proteja a una mujer de la posibilidad de convertirse en vÃctima. Sin embargo, en la sociedad permanece ese mito antiguo que dicta que esto pasa exclusivamente en contextos marginales, de falta de cultura, en amas de casa, en inmigrantes.
Son muchas las que saben que no es asÃ. Las que han sufrido las humillaciones, las amenazas, las heridas y el dolor, a pesar de que, de puertas afuera, su vida pareciera el remanso sin aristas de lo que se conoce como clase media o alta. Lo saben las que ya tienen otra vida, que son, y conviene recalcarlo, muchas. Porque como dice Isabel Llinà s, hoy representante del PP en el Consell de Mallorca, directora del Instituto Balear de la Dona entre 2003 y 2007 y, antes, mujer maltratada, de esto se sale. En 2001, Isabel trabajaba como directora de hotel, un puesto exigente y, para ella, apasionante. VivÃa (y vive) en un chalé de 600 metros y tenÃa dos hijos y un perro. También un marido, Juan, cuya carrera se quedó por debajo de la suya —jefe de comedor— y un entorno que jamás sospechó lo que ocurrÃa tras la valla de aquel chalé. “Es increÃble. Gestionaba un patrimonio de millones de euros; tenÃa más de cien trabajadores a mi cargo; me comÃa el mundo… Pero era llegar a casa y no ser nadie; un trapo”, relata hoy. Isabel estuvo 20 años casada. Jamás se pintó los labios. No podÃa ir a tomar un café con sus amigas. Tampoco ponerse un bikini. Si salÃan con otras parejas, todo era “calla, que de esto no entiendes”. Y ella callaba. Si uno de sus hijos se caÃa en el colegio, Juan se encargaba de recordarle lo inútil que era y lo mal que los educaba, quizá porque él jamás les dio ni un biberón. Fuera de casa, Isabel se comÃa, sÃ, el mundo, pero dentro, cuando le ponÃa la cena a su marido, temblaba como una hoja. Por fin, decidió separarse, le buscó a él un piso y le pagó el alquiler. Poco después, un domingo por la mañana, Juan entró en casa aprovechando que Isabel no habÃa cambiado la cerradura. Le dio 15 puñaladas, y hubiera seguido de no ser porque la pequeña, Cristina (entonces 12 años) se interpuso entre ellos, y porque vio que su sobrino también estaba en la vivienda. Entonces tiró el cuchillo y se marchó.
“Aquà hemos acumulado suficiente conocimiento para desmontar muchos clichés: las sentencias demuestran que es incierto que la mayorÃa de los agresores actúen movidos por el alcohol, otras sustancias o alteraciones psÃquicas; que esto sea sólo una cuestión de otras culturas; que abunden las denuncias falsas… Sobre el nivel socioeconómico, habrÃa que hacer estudios, pero lo cierto es que encontramos de todo. Desde funcionarios a policÃas, gente de mucho prestigio del sector financiero o que está en la universidad, investigadoras… Esto no es más que la manifestación externa de un planteamiento machista de la pareja, de dominio del hombre, y eso se da en todas las capas sociales y todas las profesiones”, recalca MarÃa Tardón, presidenta de la sección 27 de la Audiencia Provincial de Madrid, especializada en el tema, y miembro del Grupo de Expertos en Violencia Doméstica y de Género del CGPJ.
Como ella señala, no abundan los análisis sobre el tema. La última Macroencuesta de Violencia de Género, hecha pública este año por el Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad, apunta que un 10,9% de las españolas (más de 2.100.000) ha sufrido maltrato alguna vez en su vida (un 3%, unas 593.000, en el último año) y sostiene que “la educación, aun en sus niveles más altos, parece no evitar la violencia”. Un 11% de las universitarias se ha visto en esa situación alguna vez -un porcentaje sólo superado por las que cuentan con bachiller elemental o equivalente (12,4%)-, y un 13,3% de las mujeres activas, frente al 7,4% de las inactivas.
A falta de más estudios, ahà están sus historias. La de Laura, una abogada que nunca tuvo que trabajar por nada —”ni siquiera para encontrar trabajo”, dice—, cuya vida “regalada” incluÃa un matrimonio en el que eran frecuentes las agresiones psicológicas y especialmente sexuales. Laura cuenta cómo intentó suicidarse, cómo vio un dÃa que él pisaba el acelerador y empotraba su coche llevándola dentro… y cómo, por fin, cogió a su hijo, dos billetes de autobús y 240 euros y destruyó esa vida para volver a construirla desde cero. Para ser, como ella dice, libre. Está Rosa, la enfermera que, por su trabajo, conocÃa perfectamente la dinámica del maltrato y que, quizá precisamente por eso, cuando se miraba los moratones que le habÃa dejado su marido —un empresario “encantador”, muy conocido en su ciudad—, se preguntaba:” ¿Cómo he podido llegar a esto?” Está MarÃa, esa mujer de clase muy, muy alta, a la que su esposo le pegaba en el torso y los brazos, nunca en la cara, y, después de la paliza, le decÃa: “Arréglate que vamos a cenar”. Está, desgraciadamente, la periodista que, como Isabel, tuvo la osadÃa de ascender profesionalmente más que su pareja, y que, además, quiso separarse. Murió estrangulada. Está…
¿Por qué, entonces, sigue presente el mito? Lorente incide en que “la imagen que tenemos es la que aparece en los medios, y ahà se da un sesgo. Son más conocidas las circunstancias cuando los implicados son inmigrantes, hay abuso de sustancias o la violencia ha sido especialmente intensa en la forma “. A mayor nivel social, más posibilidades tienen ellos de dominarlas mediante amenazas, sin recurrir a esa violencia más explÃcita y llamativa. Es más: el silencio acompaña incluso a los casos más graves, pues entre los agresores de clase alta se da con más frecuencia el homicidio-suicidio, que limita el recorrido mediático del suceso. Por otro lado, “aunque personalmente para unas y otras es igual de difÃcil salir de la violencia, para ellas puede ser, desde el punto de vista de la logÃstica, más sencillo. Pueden, por ejemplo, contratar profesionales privados”, según explica Cruz Sánchez de Lara, socia de Exaequo Abogados. Lo corrobora Lorente: “Tienen vÃas alternativas a la del juzgado, en el que quedan expuestos como autores y vÃctimas, porque por desgracia a ellas se las sigue cuestionando. Yo he conocido juezas que no querÃan denunciar a sus parejas, cuando estaban ellas mismas condenando a maltratadores. Lo contaban con una sensación terrible de impotencia, porque les costaba mucho dar ese paso”.
Entre las vÃctimas hay mujeres con una carrera consolidada, pero también otras que, a pesar de su formación, la enterraron hace años por imposición del maltratador, según relata Ana Muñoz de Dios, directora de la Fundación Integra, que ofrece empleo a personas con dificultades en su inserción social (entre ellas, 75 licenciadas con un pasado de violencia de género que hoy están rehaciendo sus vidas). Cruz Sánchez de Lara, socia de Exaequo Abogados, habla de grandes empresarias, médicas, polÃticas, etc., que llegan a su despacho reclamando un divorcio, cuando lo que hay detrás es una violencia acallada: “Cuando eres el prototipo de mujer perfecta, es común que él te amenace con revelar datos de tu vida sexual, abortos silenciados, infidelidades inciertas, grabaciones Ãntimas… cosas que pueden dañar tu vida de escaparate”. “Si tú ya sientes vergüenza en un estrato medio y bajo, en uno alto es brutal. La vÃctima se convierte en una apestada. Él es un abogado, un polÃtico o un cirujano, y que tú te atrevas a decir que tiene esa mancha… Te dan la espalda: tú eres la mala. En mi caso, hubo quien dijo que algo habrÃa hecho yo para que él reaccionara de esa manera”, cuenta Isabel Llinà s. Pero ¿cómo es posible que mujeres como ella, con una trayectoria profesional brillante, mantengan esa doble vida, esa careta de fortaleza hacia el mundo cuando en casa están subyugadas? “Es como si pusieran una especie de muro que les permite funcionar fuera, aunque relativamente”, comenta Gema del Val, psicóloga clÃnica y forense del gabinete Ãlava Reyes Consultores. Se agarran a ese espacio para dar sentido a sus vidas: “Para mà el trabajo era mi vÃa de escape”, cuenta Isabel Llinà s. Y explica MarÃa, la abogada: “Esto no es cosa de un bofetón el primer dÃa. Empieza poco a poco, con eso de que no vales nada, de que si eres buena profesional, si alguien te tiene alguna consideración, es por estar conmigo… Llega un momento en que te lo crees, y cuando te da el tortazo piensas, incluso, que te lo mereces”.
Un palo de golf… o el puño desnudo: como concluye Sánchez de Lara, “la violencia es igual, no entiende ni de razas, ni de condiciones sociales, ni de lugares”. Vengan de donde vengan, tengan la educación, el estatus y la profesión que tengan, si la tienen, todas las vÃctimas escuchan con el mismo terror el tintineo de las llaves de sus parejas en la puerta de casa. Todas se han sentido aisladas y humilladas. Algunas han escondido las cicatrices en la piel; todas, las heridas que más tardan en curar, las que destruyen por dentro. A todas les cuesta poner el nombre de maltrato a lo que les pasa. Todas han sido malqueridas y todas necesitan ayuda. Que no las dejemos solas. Que culpemos al agresor y que les quitemos a ellas los estigmas. Que no permitamos el retroceso que algunos denuncian en este ámbito. Que la crisis no sirva de excusa para limitar los organismos y los recursos que se les destinan, y que estos se pongan en marcha incluso sin denuncia, como demandan los expertos. Que se les brinde el apoyo psicológico y jurÃdico que necesitan si eligen dar ese paso. Porque también a todas debe igualarlas otra cosa: la esperanza. Tres de cada cuatro maltratadas han logrado escapar de la violencia, según la Macroencuesta de 2011. Dice MarÃa: “Hay muchas formas de salir de esto, y cada una debe escoger la suya. O luchas contra tu agresor o luchas por ti. Y yo creo que esta es la manera, aun cuando también pueda suponer acudir a las autoridades. Porque al final existe una vida preciosa que no es la que te han hecho creer que es la buena. Está al alcance de tu mano, con muchÃsimo esfuerzo, pero el mejor invertido de tu vida, porque será el que te haga libre”. E Isabel rÃe al comentar cuál es la melodÃa que suena en su móvil desde el dÃa en que se libró de sus cadenas: I will survive, de Gloria Gaynor.
*Esta es la versión Ãntegra del reportaje Violencia sin clase, publicado en la revista Yo Dona (El Mundo) el 24 de noviembre de 2012.
*Algunos de los nombres de las vÃctimas han sido cambiados para mantener su anonimato.
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