Hermafroditas. Intersexuales. Ahora, pertenecientes a una entidad difusa que se ha denominado como ‘tercer sexo’. Con la aprobación de una ley en Alemania que permitirá a partir de noviembre a los padres de niños nacidos con ADS (AnomalÃas del Desarrollo Sexual o, en inglés, DSD, Disorders of Sexual Develovpment) dejar en blanco en el Registro la casilla correspondiente al sexo, estas personas han vuelto a saltar a primera plana. Aunque no siempre se hable de ellas con exactitud: “No existe un tercer sexo ni mucho menos. Eso supone definir a alguien a través de sus genitales y una persona es mucho másâ€, sostiene el psicólogo Gabriel J. MartÃn, especialista en el tema. Entre otras cosas, porque cuenta con su experiencia: él mismo nació con ADS.
El ADS engloba un conjunto de anomalÃas derivadas de condiciones congénitas que determinan que el sexo cromosómico, gonadal (ovarios y testÃculos) o anatómico sea atÃpico. Hay bebés que nacen con cromosomas de mujer, ovarios de mujer y genitales externos de apariencia masculina. Otros tienen cromosomas masculinos, pero genitales ambiguos. Algunos, ovotestÃculos, o un ovario y un testÃculo, o alteraciones en sus niveles de hormonas sexuales. Existen muchÃsimos tipos de ADS, y según se consideren sólo los más extremos o todos ellos, se apunta a que afectan a entre un 0,018 o un 1% de la población. Si se traslada el porcentaje a la sociedad española, darÃa como resultado unas 8.400 personas, en el mejor de los supuestos.
Una identidad definida
Habla MartÃn de una carga de desconocimiento, de morbo, de tergiversaciones, pero, afortunadamente, la situación ha cambiado. Este tipo de afecciones se conoce más, y hoy existen pruebas -análisis cromosómico, de perfil hormonal, de funcionalidad de las gónadas, a cargo de la Seguridad Social- que permiten asignar una identidad sexual al niño, “aunque de forma provisional, porque siempre cabe la posibilidad de que algún dÃa les diga a sus padres: os habéis equivocadoâ€. Puede que el resultado no sea concluyente, pero a menudo ayuda a decidir: en una revisión de los casos de ‘intersexualidad’ publicados en la literatura médica entre 1950 y 2000, la bióloga estadounidense Anne Fausto-Sterling determinó que en un 85% de los casos las personas estaban a gusto en el sexo que les habÃan ‘elegido’.
Aun más: todos ellos se sentÃan de un sexo u otro. Niños o niñas; hombres o mujeres, más allá de sus órganos genitales. “El sexo, en el fondo, está en el cerebro, no en ellosâ€, cuenta MartÃn, que recomienda criarlos con un sexo determinado, aunque sea provisional. Cita un documento, elConsensus Statement on Management of Intersex Disorders, publicado por la Academia Americana de PediatrÃa, que establece un protocolo claro: todas las actuaciones médicas, incluidas las operaciones, deben garantizar la vida del bebé (dada la conexión entre el sistema urinario y el genital); la funcionalidad de este último y la calidad de vida futura (lo que incluye la sexualidad). En cuanto a la estética, se debe dejar que el afectado decida en la vida adulta.
Cambios en el registro
También está cambiando la percepción social, y asociaciones como Grapsia, de personas afectadas por uno de los ADS más comunes, el SÃndrome de Insensibilidad a los Andrógenos, ofrecen información, foros y apoyo a las familias. E iniciativas como la alemana, en opinión de MartÃn, “son positivassiempre que haya una pedagogÃa detrás. La legislación pone encima de la mesa esta situación, y eso contribuye a dejar atrás la ignoranciaâ€.
Sin embargo, matiza, el hecho de que en el carné pueda poner ‘hombre’, ‘mujer’ o ‘indefinido’ puede estigmatizar, si antes no se explica qué es la ‘intersexualidad’. “Si con 6 años le preguntan a un niño, ‘¿tú qué eres, niño o niña?’, ¿cómo va a explicar eso de ‘no, yo soy indeterminado’?â€
En Australia, por sentencia de un tribunal este año, ya se reconocÃa la existencia de un sexo neutro. En Tailandia, India y Bangladesh, a través de la tradición de los kathoey y los hijra, se reconocÃa el ‘tercer sexo’, aunque muchos de ellos son mujeres transexuales. En España, con la ley de identidad de género, cualquiera puede cambiar su nombre y sexo sin procedimiento judicial. Y con las leyes franquistas también era posible: MartÃn lo hizo con 21 años, sin problemas, porque la normativa del Registro, de los 50, admitÃa que los médicos podÃan cometer errores en la identificación del sexo del bebé y permitÃa la rectificación de este dato. Hace 21 años dejó de ser Patricia y se convirtió en Gabriel José. Y, hoy, otros tantos años después, ha dejado atrás la vergüenza: “Ninguna parte de mi biografÃa me hace sentir incómodo… yaâ€, sonrÃe.
Publicado en El Confidencial el 25 de agosto de 2013
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